Una familia moderna
Una familia moderna
La joven familia Maldonado que ya esperaba su primera hija se preparaba al mismo tiempo con fervor a iniciar su intrépido proyecto. Éste consistía en salir del país, viajar a Colombia a vender chalinas, como algunos quichuas ya lo hacían. Armado de entusiasmo y coraje, el introvertido Luis llevó un modesto cargamento de chalinas y viajó a Colombia junto a un tío y un joven amigo. En una mezcla de bochorno y de gran desilusión contaba como otros lograban vender sus mercaderías en las calles mientras él era incapaz de vender ni siquiera una chalina. Finalmente, un compañero generoso le ayudó a vender su mercadería. El primer viaje fue un fracaso rotundo, altamente estresante, y muy doloroso para su autoestima. Esta experiencia le hizo concluir que él no tenía los atributos necesarios para ser un vendedor. Pero en cambio le encantó conocer Colombia y la amabilidad de los colombianos. Solamente un par de meses después el Sr. Maldonado planeaba otro viaje a Colombia, pero esta vez tenía un proyecto más elaborado.
Con su padre Pedro Maldonado, aprendió a tejer durante su infancia casimir muy fino. Valiéndose de esta habilidad planeó tejer y confeccionar corbatas para hombre con una mezcla de grecas europeas e íconos quichuas. A la vez con entusiasmo y aprensión planeó su segundo viaje a Bogotá, Colombia. Esta vez no pensaba ser vendedor en las calles de la ciudad, sino producir corbatas. Persuadió a dos jóvenes tejedores y a su joven tío a acompañarlo. Además, construyó con sus propias manos un par de telares expresamente concebido para este fin y los empaquetó para el largo viaje. En Bogotá tejió y confeccionó corbatas para hombre de la mejor calidad posible. Afortunadamente después de varias semanas de visitas a almacenes en la ciudad, encontró a una señora británica, Marianita Sell, dueña de un almacén de productos turísticos y artísticos de alta gama. Marianita se impresionó de la alta calidad de las corbatas y de la finura del tejido. Ambos desarrollaron una inmediata y duradera relación no solamente de negocios fructíferos, sino también de amistad genuina. El acuerdo fue que el joven Luis produjera la mayor cantidad de corbatas posible sin deteriorar la calidad del tejido y Marianita compraría todo lo producido y exhibiría las corbatas en un lugar privilegiado de su almacén. Las dos partes se beneficiaron grandemente del acuerdo. ¡El proyecto esta vez resultó exitoso! El Sr. Maldonado obtuvo ganancias significativas en su segundo viaje, y al fin del tercero, estuvo en condiciones de comprar un terreno en el centro de la ciudad de Otavalo y construir una hermosa casa. El volvió a Bogotá por dos ocasiones más, trabajó en cada viaje durante un año. Los negocios con Marianita duraron unos 10 años, pero la amistad perduró toda la vida. Ahora era un buen tiempo para concebir otro proyecto esta vez en casa, evitando así la soledad, la tristeza, el trabajo en tierras distantes, y la desconexión con su esposa y su hija Luz Marina y sus dos hijos Mario y Luis Eduardo. Más tarde la familia aumentó, nacieron Gina Mariela, Samia del Rocío y Luis Alfredo.
El espíritu innovador del Sr. Maldonado y su esposa estaba en su apogeo. Otro proyecto emergió de sus mentes curiosas y observadoras. Pensaron en un proyecto que ningún otro quichua de Otavalo tenía, a la excepción de muy pocos mishu de la provincia de Imbabura. Se trataba de producir sweaters y vestidos de fibra acrílica hechas en máquinas de tejer manuales. El proyecto resultó muy prometedor y las ventas en almacenes de ropa en Otavalo, Ibarra, Tulcán y Quito aumentaron rápidamente. Era tiempo de crecer. Tomaron la decisión de adquirir un par de máquinas de tejer, contratar empleados quichuas y mishu, y laborar en turnos de día y de noche. Además, sus productos tendrían una marca, se llamaría Tejidos Tricomilma (el nombre surgió al unir la palabra francesa tricot que significa tejido de punto, y la palabra quichua milma que significa lana). Era el único taller en la provincia en pensar crear una marca, un elemento moderno de marketing. Poco tiempo después, la empresa tomó el nombre formal de Tejidos Tricomilma o simplemente Tricomilma como mucha gente mencionaba para referirse a la nueva empresa y sus productos. El desarrollo acelerado de Tricomilma resultó en una empresa de mediana talla que tenía ya 30 empleados. En solamente unos 5 años, Tricomilma decidió ampliar la empresa y su capacidad productiva. Una etapa de alto riesgo y extremadamente estresante comenzó con el financiamiento y la compra de máquinas automáticas de tejer industriales españolas y alemanas de alta tecnología. La audacia de los empresarios Maldonado hizo posible el financiamiento de este proyecto por dos bancos de Otavalo. Una realización absolutamente impresionante en un medio social donde pululan el odio racial, la segregación, y la marginalización sistemática dirigida contra los quichuas. Esos bancos con personal no-Quichua hablante, exclusivamente mishu y mayoritariamente racistas/supremacistas no eran entidades de desarrollo sino formidables barreras que impedían el progreso de los quichuas. Con préstamos bancarios obtenidos con esfuerzos continuos e inteligentes (como negociar con gerentes en Quito y no en Otavalo) se hizo la compra de seis máquinas industriales de tejer ultramodernas, capaces de tejer las 24 horas del día y producir el equivalente de 300 tejedores en máquinas manuales. También adquirieron otras máquinas accesorias grandes, necesarias para la confección de vestidos de punto para mujeres y sweaters de una calidad excelente. Durante los siguientes 10 años, la empresa fue un modelo de productividad y prosperidad del Norte del Ecuador. En su apogeo la empresa Tricomilma contaba con al menos 60 empleados permanentes y otros empleos accesorios. Tricomilma no solamente benefició a la familia Maldonado sino también a la región dando empleo y un salario decente a cientos de hogares quichuas y mishu.
La prosperidad alcanzada permitió a la familia Maldonado a fines de los años 70 tener maquinaria de trabajo y aparatos para el hogar de los más modernos en el mundo. Fue el primer hogar quichua en Otavalo en poseer un camión, un bus de transporte público, un teléfono privado (había solamente un par de teléfonos en toda la ciudad), una camioneta de placer y trabajo, un televisor a color, una refrigeradora, grabadora de voz, un fax, equipos de sonido estéreo, relojes digitales, y videocámara VHS, etc. El Sr. Maldonado fue el único quichua que usaba gemelos en las mangas de su camisa blanca; le gustaba vestirse de manera elegante e impecable. Además, algo muy inusual, en su casa había libros, diccionarios y un par de enciclopedias de 10 tomos; le complacía estar informado del mundo actual y adquirir conocimientos nuevos. Una visitante canadiense dijo “en esta casa ustedes tienen más libros y aparatos modernos que en la mayoría de los hogares de Montreal, Canadá.”
Una realización excepcional de la familia fue la adquisición de una hermosa finca agrícola-ganadera de 450 hectáreas. En su apogeo la finca tenía 40 empleados y 120 ganados de carne y de leche. Seguramente era por primera vez en 5 siglos de opresión colonialista que un quichua devenía propietario de una grande extensión de tierra. En los años 80, este proyecto era simbólico de gran riqueza, y daba a la familia Maldonado un indiscutible prestigio y alto estatus social.
Su espíritu emprendedor nunca cesaba, incluso en el cuarto final de su vida, el Sr. Maldonado creó un museo original. Lo llamó Museo Obraje, y lo dedicó a exponer instrumentos y técnicas tradicionales de tejido quichuas.
Otra característica del espíritu moderno e innovador del Sr. Luis Maldonado y la Sra. Luz María Ruíz es la decisión de educar a sus hijos e hijas en las mejores escuelas, colegios y universidades. Ellos deseaban que sus hijos devengan profesionales independientes. Fueron los primeros quichuas en enviar a sus hijas e hijos a la universidad. Un sueño y responsabilidad similar a la de su padre Pedro Maldonado. La vida de la familia Maldonado muestra de manera clara como la innovación frecuentemente resulta en éxito empresarial, en la salida de la pobreza y la entrada a la prosperidad, y en el aumento de prestigio y estatus social.